jueves, abril 27, 2006

Rumbo al encuentro en Rosario, Argentina, por la Sexta Declaración


Detrás de nosotr@s, estamos ustedes[1] PARTE 1.

-Un postergado debate sobre las resonancias del zapatismo-

ahora que se viene el Encuentro en Rosario por la "Sexta declaración" enviamos una nota escrita hace un tiempo sobre lxs zapatistas y nosotrxs mismos. matias y federico. Indymedia La Plata.Argentina.

Hace poco más de 11 años, irrumpió el zapatismo. Era 1994 y “acá no pasaba nada”. Las privatizaciones, la desocupación y la precariedad laboral se instalaban para quedarse, mientras un sector de la población jugaba con las pompas de jabón del uno a uno y el resto se ajustaba los cinturones a la espera del “salariazo” (versión menemista de la “teoría del derrame”). Con una izquierda algo desorientada tras la caída del muro y la derrota de los ‘70, el zapatismo cae como regalo por la chimenea anunciando -como cierta canción de Fito- que no todo está perdido, que en México hay unos indígenas encapuchados que nos vienen a ofrecer su corazón. Y entonces tod@s nos hacemos zapatistas, del MST a Fidel Nadal, de Javier Calamaro –con su disco de solidaridad con Chiapas- a Hebe de Bonafini. Hasta el último boy scout cayó bajo el sortilegio de los comunicados rebeldes del EZLN, escritos por la misteriosa pluma de Marcos, el Sub.

Pero desde los acontecimientos del 19/20 de Diciembre de 2001, esos ecos cibernéticos, con sabor a pipa rancia, ya no parecen ser tan bienvenidos por estas pampas. ¡Claro! Acá echamos a un gobierno electo, constitucional, que “desoyó” los reclamos sociales, no como “esos chiapanecos tibios que no quieren tomar el poder” y “le hacen el juego al presidente Fox”. Aunque es posible que esta tendencia de repudio (encarnada por un mayoritario sector de la izquierda partidaria e “independiente”) comience a revertirse a raíz de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, de junio de 2005, que disipa toda duda sobre la estrategia revolucionaria y la construcción de poder local, nacional y global que propone el zapatismo, haciendo un llamado expreso a profundizar la coordinación de las organizaciones mexicanas no electoralistas para salvar la “patria mexicana” y a organizaciones “globales” para pelear contra la “globalización neoliberal”.

El problema que vemos es que para una izquierda -a menudo- mecanicista y soberbia, la revolución amanece en la otra esquina y por eso no tiene sentido el proyecto zapatista, consistente en la construcción de un poder de base que prefigure la sociedad que anhelamos. Pareciera que de lo que se trata es de cambiar el mundo desde el sillón de Rivadavia: primero el cambio político (“EL gobierno” de los trabajadores y el pueblo, mediados por el partido o el frente) y sólo después el cambio social, porque de lo contrario se cae en el reformismo (y en el espontaneismo).

De todas formas queremos creer que hay otra izquierda y otras gentes que siguen con un ojo puesto en la Selva Lacandona, que se agrupan en colectivos más que en aparatos, que apuestan y confían en el proceso social más que en el dogma, que se nuclean tras el proyecto fértil de la construcción de poder popular desde las bases, sin vanguardias iluminadas, con la certeza de no saberlo todo, pero las ganas de ir haciendo camino al andar. Pensamos -incluso- que tal vez dentro de la llamada “izquierda tradicional” se estén abriendo brechas por las que estas discusiones que aquí nos convocan comienzan a circular, subterráneamente, como dardos arrojados sin blanco fijo, hacia una descascarada pared. A es@s “otr@s” nos dirigimos; a esas nacientes generaciones (no en edad sino en inquietudes) que cíclicamente irrumpen en la escena para reapropiarse de la historia, de “lo político” y de sus verdes vidas.

Caracoles del mundo uníos (las bolsas de resistencia)

Desde su aparición pública -insurgencia- el primero de enero de 1994[2], una de las preocupaciones centrales de los zapatistas es la de impulsar y coordinar las luchas de la sociedad civil global, sin descuidar nunca el desarrollo de las organizaciones a nivel local, ya que lo local y lo global son parte de una misma lucha, que cuanto más se despliega y se entrelaza, multiplica su potencia. Esta política se sintetizó en la Convención Nacional Democrática (espacio de debate con la sociedad civil mexicana), en la conformación del Frente Zapatista de Liberación Nacional, en los Encuentros Intergalácticos, la presencia de delegaciones zapatistas en las acciones del movimiento global (contra las cumbres del G8 y la OMC en Seattle, Praga, Génova, Cancún, etc.) y el Foro Social Mundial (al cual no fueron invitadas oficialmente por ser un “grupo armado”, pero asistieron a los eventos paralelos de dicho foro).

Su lucha es “Por la humanidad, contra el neoliberalismo”, pero no desde una perspectiva “reformista” de cambiar el modelo manteniendo el sistema, sino considerando al neoliberalismo como la máscara actual del capitalismo, máscara sin ojos, que nos impide ver a es@s otr@s que resisten. Porque ver implica sentir, y sentir nos obliga a actuar. En palabras de Marcos:

Al tratar de imponer su modelo económico, político, social y cultural, el neoliberalismo pretende subyugar a millones de seres, y deshacerse de todos aquellos que no tienen lugar en su nuevo reparto del mundo. Pero resulta que estos "prescindibles" se rebelan y resisten contra el poder que quiere eliminarlos (…) Sabiéndose iguales y diferentes, los excluidos de la "modernidad" empiezan a tejer las resistencias en contra del proceso de destrucción/despoblamiento y reconstrucción/reordenamiento que lleva adelante, como guerra mundial, el neoliberalismo.[3]

(…) Nombremos cualquier rincón del planeta y seamos perseguidos junto a homosexuales, lesbianas y transexuales; resistamos con las mujeres al impuesto destino de decoración idiota; resistamos con los jóvenes a la máquina trituradora de inconformismos y rebeldías; resistamos con obreros y campesinos a la sangría que, en la alquimia neoliberal, convierte muerte en dólares; caminemos el paso de los indígenas de América Latina y con sus pies hagamos el mundo redondo para que ruede.[4]

De todas formas (además de fomentar las redes de resistencia), tal vez el mayor triunfo de la política zapatista sea aquella con nombre de bichito: hoy por Chiapas caminan los caracoles, municipios autónomos, ejercitando la democracia directa y la economía comunitaria:

“La organización es la siguiente: en el sudeste mexicano existen 32 municipios autónomos, bajo control zapatista, que a su vez se agrupan en cinco caracoles. Cada caracol reúne a los delegados de los consejos autónomos de su área, que integran así la Junta del Buen Gobierno, que se maneja con el concepto de "mandar obedeciendo" (lo cual implica la idea de un rol ejecutivo subordinado a lo que decidan las asambleas).”[5]

Los caracoles son a la vez nómades y sedentarios. Nómades pues con su gelatinoso cuerpo van dejando babas por las redes del mundo, afirmando que el autogobierno es posible. Sedentarios porque a ese autogobierno lo están construyendo ya, en el territorio, fortaleciendo los caparazones contra las lluvias y los vientos de la desidia. Los caracoles chiapanecos, pero también los asentamientos de los sin tierra, las comunidades del MOCASE y los mapuches, las fábricas recuperadas que se niegan a engrosar la normalidad del mercado capitalista, los centros culturales y sociales de todo el mundo, la organización en las villas, las asambleas barriales, son prueba de este doble movimiento, de afirmación y expansión, de poder local y “contagio” global.

Pero el zapatismo es sólo una de las sillas que arman la ronda de la rebeldía. No intenta instituirse en modelo revolucionario para ser importado y copiado, como bien dicen: “aquí estamos y un espejo somos. No la realidad, sino apenas su reflejo. No la luz, sino apenas un destello. No el camino, sino apenas unos pasos. No la guía, sino apenas uno de tantos rumbos, que a al mañana conducen...”[6]

Hoy los zapatistas acaban de dar otro salto adelante: Como los municipios autónomos ya están bastante avanzados en su organización, el EZLN lanzó la Sexta Declaración de la Selva Lacandona haciendo un llamado a todas las organizaciones de izquierda y a la sociedad civil a comenzar una “Campaña Nacional de Izquierda” para avanzar en la unificación programática antineoliberal y presionar por una reforma de la Constitución que incluya los reclamos de todos los sectores oprimidos y las clases explotadas de México.

Resonancias del fuego y la palabra

La insurgencia de 1994 es la primera rebelión post-muro en cobrar resonancia mundial y ayuda a derribar el discurso, expandido por las perspectivas postmodernas y neoliberales, de la caída de los grandes relatos, el fin de la historia, la imposibilidad de la resistencia y la construcción social y el cambio por fuera de la lógica mercantil y de la forma representativa de la democracia formal liberal. Pero también es la primera en articular con tanto ímpetu al fuego y la palabra.

El lenguaje y la práctica izquierdista se encuentran bastante secos y alienados y, como decía Guy Debord, “no es posible combatir la alienación bajo prácticas [y palabras] alienadas.”[7] Contrariamente, el zapatismo airea los conceptos, renueva las consignas: “mandar obedeciendo”, “para todos todo”, “detrás de nosotros estamos ustedes”, “somos la dignidad rebelde”, “un mundo donde entren muchos mundos”. Pero esto sólo es posible porque hay en ellos una búsqueda, un principio contagioso, útil, seductor y deseante: trasformar la realidad y crear nuevas prácticas.

Compañer@s muy cercanos a quienes escribimos estas líneas nos han dicho en reiterados debates sobre zapatismo: “¡Qué vivos, dicen que no quieren tomar el poder ni hacer la revolución pero están en la selva, encapuchados y armados hasta los dientes!”. Es que las armas en manos de zapatistas no simbolizan lo mismo que en manos de Montoneros, el ERP, las FARC o la ETA, ya que estas organizaciones cayeron a menudo en una concepción militarista y vanguardista de construcción política, pero el zapatismo se pianta desde la retaguardia, y concibe las armas de fuego como una herramienta de defensa de las conquistas del movimiento social. Además, la dirección militar del EZLN no tiene la dirección política (diferencia con las guerrillas clásicas), de ahí el rol de subcomandancia para Marcos, quien -por lo menos en teoría- sólo es el “vocero” del movimiento, y el de comandancia para la sociedad civil. Si bien los soldados chiapanecos tienen la dirección militar permanecen subordinados a las decisiones de la población, especialmente de las comunidades indígenas. Es decir, que los zapatistas no conquistan “territorios” (como las FARC) sino que generan y fortalecen “nuevas relaciones sociales” y es eso lo que hay que defender: embriones del hombre nuevo, para que se multipliquen con las armas de la vida, de la alegría, y no con el frío plomo de la muerte.

De todas maneras sería totalmente erróneo y malintencionado afirmar que las organizaciones recién mencionadas no apostaban a construir nuevas relaciones sociales. Sin ir más lejos, la mayoría de los militantes del PRT-ERP y Montoneros, se desvivían por el hombre nuevo, llegando a vivir en la clandestinidad, con la pastilla de cianuro bajo la lengua, lo que prueba su entrega total al proyecto de cambio social. Tampoco podemos olvidar que cualquier proyecto de cambio social, cualquier organización está enmarcada en procesos cambiantes que hacen fluir las contradicciones, los debates, las rupturas, las alianzas. Por eso, no pretendemos descalificar estas complejas y ricas experiencias. Por el contrario, debemos aprender de ellas, para transitar con mayor firmeza este nuevo ciclo de protestas que recién comienza a abrirse, es decir, teniendo en cuenta que hoy estamos en otros procesos sociales y políticos, donde seguramente entren en juego nuevos espacios de lucha y distintas discusiones.
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[1] “En otras palabras, los zapatistas no son un ‘ellos’ sino un ‘nosotros’. ‘Detrás de nosotros estamos ustedes’, como dijo la Mayor Ana María en su discurso de bienvenida al Encuentro Intergaláctico de 1996.” John Holloway, “El zapatismo y las ciencias sociales en América Latina”; Revista Chiapas Nº 10, 2000, México y en revista Dialéktica Nº 12; primavera del 2000, Buenos Aires.

[2] Recordemos que la insurgencia del primero de enero de 1994 coincidió con la incorporación de México al TLC (Tratado de Libre Comercio) que dicho país firmó junto con Canadá y EE.UU. Para ese entonces los zapatistas ya llevaban diez años construyendo el EZLN. La aparición del zapatismo en México fue fundamental para la caída de la dictadura del PRI y sirvió de referencia a miles de mexicanos que se oponen a seguir siendo representados por los partidos tradicionales.

[3] Subcomandante Insurgente Marcos, “7 piezas sueltas del rompecabezas mundial”, México, junio de 1997.

[4] Subcomandante Insurgente Marcos; “La pluma puede ser también una espada”; La Jornada; México, 26 de octubre 2003.

[5] Agencia La Vaca; “En Chiapas hay un municipio rodeado de selvas llamado La Realidad. Observaciones y comparaciones de un piquetero del MTD Solano de visita en la selva”; CLAJADEP; julio 2004;

[6] Subcomandante Insurgente Marcos; “Discurso en El Zócalo”, 11 de marzo 2001; http://www.ezln.org/marcha/index.html

[7] Guy Debord,; La Sociedad del Espectáculo, 1967, Archivo Situacionista Hispano; www.sindominio.net/ash